Si hay un villano en esta historia, es el colesterol alto LDL (el colesterol malo). Mantenerlo bajo control es esencial para cuidar nuestra salud cardiovascular y prevenir problemas a largo plazo. Afortunadamente, adoptar hábitos de vida saludables puede marcar la diferencia. En este artículo, te presentaremos tres consejos efectivos para mantener el colesterol malo a raya y promover un corazón sano.
Alimentación equilibrada y rica en fibra
Una dieta equilibrada es clave para controlar el colesterol LDL. Prioriza el consumo de alimentos ricos en fibra, como frutas, verduras, legumbres y granos enteros. La fibra soluble, en particular, es especialmente beneficiosa, ya que puede ayudar a reducir los niveles de colesterol en la sangre. Incorpora alimentos como avena, cebada, manzanas, peras y frijoles en tu dieta diaria. Asimismo, limita el consumo de grasas saturadas y trans, presentes en productos procesados y alimentos fritos.
Opta por fuentes saludables de grasas, como AOVE, frutos secos, pescado y Jamón de Bellota 100% Ibérico Castro y González (ya te contamos sus beneficios en este artículo).
Realiza actividad física regularmente
La actividad física aeróbica, como caminar, correr, nadar o andar en bicicleta, puede aumentar el colesterol HDL (colesterol bueno) y disminuir el colesterol LDL. Se recomienda al menos 150 minutos de ejercicio moderado o 75 minutos de actividad intensa por semana. Si no tienes tiempo para una sesión prolongada, incluso pequeños incrementos de actividad, como subir escaleras o dar un paseo en el almuerzo, pueden hacer una diferencia significativa en tu salud cardiovascular.
Controla tu peso y evita el tabaco
El sobrepeso y la obesidad están asociados con niveles elevados de colesterol LDL y un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares. Mantener un peso saludable a través de una alimentación adecuada y actividad física te ayudará a mantener el colesterol malo a raya. Además, evitar el consumo de tabaco es esencial, ya que fumar no solo reduce el colesterol HDL sino que también daña las paredes de los vasos sanguíneos, aumentando el riesgo de enfermedades cardíacas.