Un siglo de experiencia y tradición en el cerdo ibérico.
El abuelo Castro, Aurelio, durante los años 40 impulsó el desarrollo del negocio del cerdo ibérico con la comercialización a mayoristas y público general. En su época innovó el salazón, el postsalado y la singular curación natural con el movimiento de ventanas, respetando siempre las costumbres tradicionales en la curación del jamón que ya se hacía en Guijuelo, Salamanca, tierra que por naturaleza produce uno de los mejores jamones ibéricos del mundo. Y sin olvidar la pasión y dedicación que heredó de su suegro, se convirtió en uno de los productores destacados de la zona.
Ya en los años 70 se incorpora Miguel González al negocio familiar, padre de la generación actual de Castro y González, enfocando el crecimiento de la producción y las ventas en la creación de una red comercial por diferentes zonas del país, situando a la empresa dentro de la proyección nacional del sector del ibérico. Es entonces cuando comienzan a comercializar con su marca Castro y González, Ibérico de Guijuelo, y empiezan así a invertir algo de las ganancias en publicidad, y sobretodo en maquinaria nueva, que permite sostener el sacrificio durante todo el año y mejorar así los procesos de producción.
Con la idea de establecer una red de distribución completa por toda España, se incorporan al negocio los hijos de Miguel, y es en 1990 cuando empiezan a invertir aún más en la marca y logran una cabaña porcina propia para homogeneizar el producto y mejorar la calidad.
Un clima idóneo y la forma natural de alimentar a sus animales, cien por cien a base de bellota en sus propias tierras, hacen de los andarines cerdos las piezas perfectas que señalan la diferencia. A ello se une el sistema de curación de larga duración, que completamente artesanal, provoca el inconfundible aroma y sabor que distingue por el sutil perfume a tierra que impone una buena mesa.
Con un bisabuelo que en 1910 sacrificaba un par de cerdos semanales para venderlo por piezas, que logró se le reconociera en su tiempo en el mercadillo local, se comercializa hoy por Europa, América y parte del resto de mundo, «el cerdo ibérico puro, de campo y viejo», Castro y González, es el legado que como sueño dejó un abuelo.