El polen de abeja es más que un alimento, es una mezcla de vitaminas y minerales que además de nutrir hace que nuestro metabolismo funcione mejor. Por ejemplo, una de sus características más importantes es que nos alcaliniza, equilibra el ph de la sangre y la regenera.
El conjunto de elementos que lo componen hace que se generen procesos fisiológicos relacionados con una acción antimicrobiana. Se han intentado sintetizar estos principios activos pero parece ser que sólo inhiben cuando están todos juntos.
Es adecuado para prevenir y curar numerosas infecciones, es gran compañero del hígado ya que le aporta glucógeno directo (de ahí su ayuda contra la anemia o simplemente cuando te encuentras cansado), además que es un corrector en los altos niveles de colesterol.
Tomado con asiduidad es muy recomendable en casos de depresión y ansiedad, aporta energía rápida y además, como contiene cistina, ayuda a que no se caiga el cabello, previene la gripe, es bueno para el reuma y la artritis, también actúa como vacuna contra las alergias.
No es que sea un remedio para todo y milagroso, simplemente es un aporte generalizado a todo lo que nos demanda el cuerpo diariamente y cubre alguno de los déficits que podamos tener a causa de la mala alimentación.
Existen curas sobre todo preventivas como por ejemplo antes de un cambio de estación, preparando así al cuerpo para hacer frente a las nuevas solicitudes que requiere adaptase a otro tipo de clima, sobre todo se recomienda a personas mayores o más sensibles.
En el caso de enfermedades crónicas, persistentes o simplemente algunos malos hábitos se suelen tratar con curas de al menos tres meses para notar un cambio notable. Como es rico en hidratos de carbono mejor tomarlo por la mañana y lejos de las digestiones para que pueda diluirse mejor en los jugos gástricos.
El polen de las abejas es un tesoro alimenticio que refuerza sin duda nuestro sistema inmunológico.