Si en una de nuestras entradas anteriores dejamos nuestra historia del jamón en la Edad Media, hemos buscado y rebuscado un poco más para encontrar más datos de este producto.
Hemos descubierto que el cerdo y sus múltiples productos eran, a un tiempo, alimento sustancian en la Edad Media en la Península y un pasaporte para la pureza de sangre, además de un foco de infecciones.
La familia de los siglos V a XV que podía tener un cerdo, tenía asegurado su sustento. Podía salar las patas y de ahí comenzar a sacar un incipiente jamón curado y podía tratar cada una de las piezas del cerdo para abastecerse durante todo el invierno. Cabe destacar, y es de todos conocido, que del cerdo se consume absolutamente todo, y que la curación de sus productos, y su mantenimiento, con sal o en aceite, permitían a las familias mantener una despensa bien dispuesta.
Sin embargo el cerdo era también un importante foco de infecciones. Los animales convivían prácticamente en las mismas instalaciones que los humanos y los dejaban salir a las calles, de manera que todo el entorno era un lugar bastante poco higiénico.
Pero en la Edad Media, en pleno apogeo de la Inquisición, el consumo de la carne de cerdo era también la seña de identidad de los cristianos. De hecho, el consumo de embutidos y carne de cerdo en España es superior a la media europea, principalmente por este hecho, como muestra de que quien lo consumía era cristiano viejo, y no judío.
En algunos textos, aparece la anécdota de que se daba a los niños pan untado con manteca de cerdo para confirmar que no eran judíos. Eran otros tiempos donde prevalecía el dominio de una sola religión.
Con todo, el cerdo y sus productos, son parte sustancial de la alimentación de numerosos pueblos y podemos encontrar, con diferentes formas de curación Jamón de Portugal, Proscuito Italiano, Jamón Mangalica, procedente de Hungría, Jamón de Bayona, en Francia, Jamón Alemán, en la Selva Negra. También es conocido en Jamón de Praga, o Jamón en varias provincias chinas.
Y como otra anécdota de la importancia del cerdo, durante el Imperio Romano, en los tiempos del emperador Augusto y Agripa se llegaron a acuñar monedas con forma de pata de cerdo, con forma de jamón. Hoy permanecen en el Bristish Museum donde se puede apreciar la importancia de este producto desde hace más de 2.000 años.