Comenzamos describiendo a estas moléculas compuestas de cadenas de aminoácidos necesarios en nuestra dieta. Son las responsables de proveer a nuestro organismo de la energía que utiliza para realizar las múltiples actividades de nuestro día a día. Las proteínas son necesarias para la vida debido a su función plástica, generan y mantienen los tejidos y originan los anticuerpos necesarios para nuestra defensa frente a bacterias, virus, hongos y otras sustancias. Aportan a nuestro cuerpo todos aquellos nutrientes complejos que no podemos generar por nosotros mismos.
Las proteínas pueden tener un origen vegetal o animal y tienen distintas calidades debido, sobre todo, a su concentración en los mismos. La mayor parte de las proteínas se encuentran en los alimentos de origen animal, como pueden ser la carne o sus derivados. Se considera que la carne roja contiene y concentra más cantidad de proteína, en concreto la calidad de las mismas en el jamón ibérico de bellota y sobre todo en el lomo Ibérico es muy alta, por lo que se aconseja incluirla en una dieta diseñada para deportistas. Las legumbres y frutos secos como las nueces, almendras, los cereales y los vegetales de hoja verde contienen también una estimable proporción de ellas, aunque su absorción por nuestro organismo es mucho más lenta.
Por otra parte un mayor consumo de proteína y la reducción de carbohidratos ayudan a mantener el peso tras una dieta de adelgazamiento (New England Journal of Medicine. Noviembre 2010.) Esto es debido a que cuando comemos proteína animal de la carne o sus derivados, nuestro cuerpo gasta energía extra en descomponer las proteínas en aminoácidos esenciales.
Un buen ejemplo para imaginar qué son las proteínas, es visualizarlas como si de unos bloques de ladrillo con los que se construye el cuerpo se tratara, son como piezas de lego que una vez separadas se vuelven a armar iniciando una nueva construcción.
El consumo de proteína se rige bajo una simple regla universal: ni mucho, ni poco. Sólo lo necesario.