El arte del maridaje se basa en “casar” un alimento con un vino. Pero todos sabemos que el matrimonio perfecto no existe. Y lo mismo sucede con el maridaje. Hay combinaciones más o menos armoniosas, que despiertan nuestros sentidos ya sea por semejanza (porque “lo semejante ama a lo semejante”) o por contraste (porque “los polos opuestos se atraen”). Y hay amores imposibles, que crean combinaciones que rompen todas las normas pero que ofrecen una experiencia explosiva.
Tradicionalmente, se considera que los mariscos maridan con vinos blancos; las carnes rojas, con vinos curtidos como los riojas y riberas; y las carnes blancas, con vinos blancos secos de baja acidez. Pero ¿para qué están las reglas si no es para romperlas?
Aunque los sumilleres coinciden en que el maridaje consiste en unir platos de sabores fuertes con vinos con cuerpo y platos ligeros con vinos de poco cuerpo, saben que los matices son infinitos. La combinación depende del momento del día, los gustos personales, la estación del año, y hasta con quienes compartimos la comida. Hoy, la tendencia es una: el atrevimiento. Sí, romper las reglas. Dar rienda suelta a nuevas combinaciones, experimentar nuevas sensaciones y dejarse llevar por los sentidos para desplegar el máximo potencial de la experiencia culinaria.
Romper las reglas. Porque los matices son infinitos
El jamón de bellota 100% ibérico Castro y González, por ejemplo, es un manjar dócil que admite una amplia variedad de combinaciones. A diferencia de otros alimentos exclusivos, como el caviar, el Jamón de Bellota 100% Ibérico no invade el paladar, puede degustarse a cualquier hora del día y combina casi con cualquier vino. Cuenta con zonas más untuosas, más saladas y texturas más fibrosas o suaves por lo que puede ser acompañado por finos o manzanillas, tintos o blancos y por los mejores espumosos. ¿Un gran Jamón de Bellota 100% Ibérico Castro y González con champagne? ¡Por supuesto! Todo depende de la pieza, el momento del día, de la ocasión e incluso de la música que ambienta la reunión.
Siempre en busca del placer
Sea cual sea la combinación, a la hora de armonizar un vino con un alimento hay que considerar que este arte encierra un propósito claro: el placer. El desafío está en lograr que los comensales se abran a un nuevo mundo de sabores, aromas y texturas. Pero la experiencia que ofrece el maridaje es similar a la de contemplar una obra de arte. Se dice que no está finalizada hasta que su espectador no la completa con su propia visión, sus gustos y experiencias.
Y tú, ¿te atreves a vivir una experiencia culinaria que dé rienda suelta a tus sentidos?