Exclusivo de la península, el cerdo ibérico es reconocido a nivel mundial fundamentalmente por sus jamones, producto más representativo de la cultura gastronómica de España, que otorga su especial aroma, sabor y textura, así como la diversidad de los productos que de él se derivan.
Descendiente del jabalí mediterráneo, es tradicionalmente criado en las tierras del suroeste y centro de España y Portugal.
Sus características genéticas y su metabolismo lo hacen especialmente singular, ya que tiene la capacidad fisiológica de almacenar en forma de infiltración, la grasa en los tejidos de sus músculos al consumir las proteínas y los ácidos oleicos de la bellota que como pasto, libremente comen y a su vez provoca unas vetas blancas en su carne como en ningún otro animal, de ahí que necesite mucho más alimento que otros para engordar.
Visualmente el cerdo ibérico presenta un aspecto fisiológico claro, que fácilmente puede diferenciarse del resto. Destaca por una cabeza mediana, escaso pelaje, hocico alargado, orejas estrechas y alargadas, inclinadas hacia adelante. Con sus patas finas y elegantes además de resistentes y movimientos ligeros que lo hacen ser incansables andarines, lleva su esqueleto apoyado en sus características pezuñas negras. De ahí, que cuando reconocemos que algo es sublime, como lo es nuestro auténtico cerdo ibérico, se le llame popularmente, pata negra.