Al igual que el abuelo Aurelio es para Castro y González fuente de sabiduría y saber hacer, la encina de Castro y González, ubicada en la Dehesa de Tejeda, ha sido fuente de inspiración para cada uno de sus productos.
El alma de los productos ibéricos
La dehesa, un apasionante entorno natural en el que nuestro ejemplares se mueven en total libertad. A 40 km de Guijuelo, al pie de la Sierra Tejeda, se encuentra el paraíso de estos animales, entre arboledas de encinas y alcornoques. Es el escenario de una de las fases más importantes en la producción de ibéricos: la montanera, cuyas protagonistas serán las bellotas que produzca, entre otras variedades, la encina.
Es la dehesa donde inicia el recorrido de la labor familiar, pero ¿qué sería de ella sin la centenaria encina que gobierna el entorno?
Una alabanza a la buena vida
Más de 600 años nutren la historia de este árbol monumental. La encina de Castro y González mide 26,93 metros de ancho y 17 de alto, y está catalogado por la Junta de Castilla y León como un árbol singular. Posee una perfecta copa de 26,30 metros de alto y 34 de ancho que cobija en su sombra a pastores y caminantes. ¿Cuántos entresijos familiares habrá presenciado el majestuoso árbol? ¿Qué hechos históricos contarían con esta vieja observadora?
Sus hojas perennes, puntiagudas y de aspecto coriáceo han logrado protegerla de los episodios que podrían haber acortado su valiosa existencia. En ella, se encierra el alma de la familia; de ella, se obtiene la esencia de los productos Castro y González.